“Los empresarios hemos cometido muchos errores”
De los conejos angora a la construcción. El camino empresarial del tercero de los hijos de Eduardo Gras, el controlador de Socovesa, ha sido variado. Javier Gras quería recorrer su propia senda antes de llegar a la empresa familiar. Y así lo hizo. “Partí con varios emprendimientos propios, siempre con este bichito de ir haciendo cosas personales, de mostrarse a uno mismo que uno puede hacer cosas sin tener que estar colgado de los logros de los abuelos y los papás”, cuenta.
Vivió su infancia en Temuco, donde jugaba entre barricas de la bodega de vino que tenía su abuelo y acompañaba a su papá cuando tenía que visitar alguna obra en construcción.
A los 18 emigró a Valdivia a estudiar Ingeniería Comercial. Sin embargo, la noticia de ser papá tempranamente truncaría sus estudios, que retomaría después. Sus nuevas responsabilidades le hicieron apostar por algunos negocios que marcarían su vida empresarial.
Recuerda entre risas, que uno de los primeros, aunque no el más exitoso, fue la crianza de conejos angora para comercializar su lana, muy de moda en aquellos años. Pese a su gran entusiasmo, su inexperiencia y juventud le jugaron en contra. “Era muy iluso y muy niño, me fue pésimo, me los robaron, y la industria del conejo desapareció rápidamente”, asegura con nostalgia.
Pese a estos intentos, el ligarse al mundo del vino fue la experiencia que más lo marcó. Muy joven empezó a trabajar en la bodega de su abuelo, pero luego de ocho años dedicado a sacarla adelante, la crisis de la década del 80, lo obligó a empezar una nueva etapa. “La industria se vio muy afectada y tuvimos que cerrar esa bodega, y a mí me tocó hacerlo con mucha tristeza”, cuenta, pese a que con los años la familia Gras logró levantar la viña MontGras, de la cual hoy es director.
Sin embargo, fue otro emprendimiento lo que lo ligó al mundo de la construcción. En los 90 creó una empresa de asesoría que trabajó de la mano con Socovesa, que ya estaba en regiones y Santiago. La construcción de un proyecto habitacional de más de 300 unidades, destinado a trabajadores de una forestal en Los Ángeles, fue lo que catapultó al tercero de los hijos de Eduardo Gras en el rubro inmobiliario. Tras esa gestión, pasó a ser gerente comercial. Hoy, es vicepresidente de la compañía y comparte la mesa del directorio con su hermano Rodrigo Gras y Cristián Hartwig, luego de que su padre se alejara de la primera línea del negocio en 2009 y les delegara una empresa que hoy cumple 50 años de historia y una participación del 7% del mercado nacional, con ventas que superan los 13 millones de UF.
Es por esto que, con sus altos y bajos, Javier Gras dice que no le teme al riesgo. Éste, asegura, es la esencia del empresariado. Y tanto lo cree, que afirma que las reformas impulsadas por el Gobierno deberían alentar y no desanimar al mundo privado a seguir trabajando para superar los vaivenes, que, asegura, siempre han estado presentes.
-Como empresario, ¿cómo mira las reformas del Gobierno? ¿Cree, como dicen algunos, que han agudizado las desconfianzas?
-Yo no creo que haya una situación de catástrofe, de ninguna naturaleza, ni en esta industria ni en otras. Evidentemente el país está con un proceso de crecimiento algo ralentizado, pero no me parece que sea crítico, no estamos en recesión ni nada. Estamos creciendo un poco más lento, es cierto, por distintos factores. Y creo que la industria inmobiliaria está haciendo su trabajo.
-¿El empresariado ha tenido poca visión para adaptarse a los cambios? Se lo pregunto porque se les sindica, en parte, del exiguo crecimiento económico que estamos registrando.
-Los empresarios hemos cometido muchos errores, sin duda, y responsablemente tenemos que hacernos cargo de ello, cuando nos equivocamos debemos aprender a saber enfrentarlo, a dar la cara y a cambiar. No nos parece que la industria inmobiliaria vaya a tener un nuevo orden. No vemos un cambio muy fuerte. Algunos llorarán más que otros, la gente tiende a pensar que porque reclama, obtiene. Creo que nosotros los empresarios tenemos que aprender más bien a hacernos cargo de las situaciones y enfrentarlas, evidentemente no dejar que nos pasen por arriba, pero enfrentarlas con fortaleza, con grandeza. El empresario tiene que saber ganar y saber perder.
-Entonces, ¿usted está lejos de los que cree que las reformas del Gobierno han venido a agudizar las desconfianzas?
-El Gobierno tiene una visión de lo que quiere hacer y el empresariado quiere formar parte de ello. Queremos estabilidad, mientras más estabilidad tengamos sobre qué debemos hacer y cómo debemos hacerlo, para nosotros es más fácil.
-Ante los nuevos casos de colusión, ¿cree que efectivamente existe un abuso por parte del empresariado o son casos puntuales?
-Tajantemente me parece que no estamos frente a una situación de abuso generalizado de los empresarios. Creer eso significaría que estamos en una crisis de orden moral y ético, que no me parece sea el caso. La existencia de casos de alta connotación pública produce cierta sensación de generalidad, rompiendo las confianzas y destruyendo la reputación de la actividad empresarial. No creo que los últimos casos sean los únicos que veremos y aún así, me parece que no es parte de la cultura empresarial de nuestro país. La gran mayoría de los empresarios buscan legítimamente hacer empresa dentro de un orden ético y moral, crecer y ser parte del desarrollo de nuestro país, por cierto, con un legítimo beneficio económico.
-¿Considera que falta una visión ética de cómo hacer negocios?
-Hacer negocios es un desafío grande. Ahora bien, estar atentos a los cambios de conductas de la sociedad, no siempre está en la primera línea de las estrategias empresariales, y es ahí donde los empresarios cometen errores. Creer que ciertas formas o conductas de hace una década o más siguen teniendo la misma validez de antes, en ocasiones hace que los empresarios cometan errores que hoy tienen connotaciones de falta ética. Finalmente, cada uno debe hacerse cargo de cómo emprende los negocios, teniendo claro que las reglas son iguales para todos y que frente a errores habrá sanciones que enfrentar.
La nueva vivienda
-Chile ha vivido un cambio habitacional importante en los últimos años. ¿Hacia dónde cree usted que camina este mercado?
-Por las composiciones naturales de las ciudades, el desarrollo de viviendas unifamiliares se fue generando en los bordes de las ciudades. Pero, con el tiempo, eso ha ido cambiando. Los intereses de las personas cambiaron y los productos habitacionales también. La gente antes buscaba la casa con el patio o el jardín. Cuando entré a Socovesa, la composición de venta era de 70% casas y 30% departamentos. Hoy es absolutamente lo contrario y esto se ha venido dando a lo largo de todas las ciudades de Chile, no solamente en Santiago. La gente ya no quiere irse a vivir tan lejos, quiere aprovechar más la vida, los tiempos y a sus hijos. Las personas han abandonado esta idea de irse a las periferias en búsqueda de mejores servicios.
-¿Ésa es la razón de que el precio de las viviendas y departamentos haya aumentado exponencialmente en los últimos años?
-Este cambio viene de la mano de las necesidades de la gente de no alejarse de los centros de servicios y eso hace que el espacio, el terreno, sea un bien muy apreciado, y la oferta es cada vez más pequeña. ¿Cómo lidiar con esa dicotomía? Eso inevitablemente ha pasado. La incidencia de la tierra antes era del orden del 10% o 12% del producto final; hoy es muy difícil encontrar un proyecto que tenga incidencias inferiores al 20% o 25%. La tierra se ha transformado en un bien preciado, en un bien escaso, irremplazable, y eso ha hecho que los precios hayan venido teniendo una escalada de aumento bastante natural.
-¿No ve que haya una burbuja inmobiliaria?
Según los precios que se ven en Santiago y en otras ciudades, tengo la impresión de que Chile no está en una condición excesivamente desproporcionada respecto a lo que son países con ingresos similares.
-¿Qué opina del caso Caval? Según los datos que se manejan es un caso claro de especulación. ¿Es común eso en este mercado?
-Aquí hay situaciones que se mezclan. Soy empresario inmobiliario y me da la impresión que, en general, no hay un aprovechamiento de plusvalía o de precios cuando van cambiando las zonas de desarrollo. La gente que vive ahí en el largo tiempo se puede ver beneficiada.
-¿Cómo proyecta que será la demanda en 2017 por el efecto del aumento del IVA?
-Hay una transición política de una carga impositiva que entra en vigencia en enero de 2017 y creo que algo podría bajar la actividad de esta industria, por un período de tiempo corto, y después retomar el ritmo normal que corresponde. No creo que vaya a ser una crisis, que vaya a caer la industria, que vaya a generar un colapso del sistema, para nada.
-Hace algunos meses se anunció que el Gobierno podría construir y arrendar viviendas sociales. ¿Qué le parece esta medida?
-Me parece que es una oportunidad, otro segmento que hay que explorar bien. En Alemania y Canadá esto es una política bastante usual, y son países con niveles de desarrollo más alto que el nuestro, y con políticas de viviendas muy serias y muy permanentes en el tiempo para desarrollar integración, porque parte de los proyectos incluyen viviendas económicas que pueden ser arrendadas. Y hay otras políticas que son positivas. El desarrollo del proyecto DS 116 (que incrementa los subsidios a las viviendas sociales) como política pública, es un aporte a la industria. La construcción, en general, es muy demandante de mano de obra y en ese sentido somos uno de los motores del empleo y de la generación de riqueza de este país.